Dorcily y su hermano Phaniel están en el norte de México. Ambos viajaron con sus respectivas familias desde Chile y Brasil en meses recientes tras dejar Haití en 2010.

Ciudad Juárez (México) - Milord es una persona migrante haitiana que dejó su país doce años atrás. Ha viajado todo este tiempo por América Latina con su esposa y acaba de vivir prácticamente un milagro: el reencuentro con sus parientes en Ciudad Juárez (México), a escasos kilómetros de la frontera con Estados Unidos. 

Su historia ayuda a entender  lo que viven miles de familias migrantes a diario: se separan y se descomponen, pierden su rastro pero a veces, del modo más insospechado vuelven a encontrarse.

Ser de la familia en contextos de movilidad es algo hasta cierto punto relativo, resultado de complejas y variadas estructuras y circunstancias que impactan en la resiliencia de cada uno de los miembros que las componen.

Fue hace más de una década cuando Milord tuvo que abandonar su país a causa de la pobreza y las difíciles condiciones generadas por el terremoto que azotó a Haití el 12 de enero de 2010. Su primer destino fue Brasil, donde vivió siete años trabajando en una empresa de transporte de mariscos.

Desde ahí emigró a Chile, donde su esposa Dorcily logró alcanzarlo después de mucho esfuerzo para conseguir recursos para emprender el viaje. 

Por aquella misma época Phaniel, hermano de Dorcily, viajó a Brasil forzado a buscar mejores condiciones de vida para él y su familia. Durante cuatro años trabajó arduamente y ahorró para poder pagarle el viaje a su esposa Fela, quien esperaba impaciente en Haití para reunirse con él. En Brasil, fruto de ese reencuentro, nació Isadora, la primogénita de la pareja.

Mientras, en Chile, Milord y Dorcily se enfrentaban a las difíciles situaciones causadas por el inicio de la pandemia, que redujo en gran medida las oportunidades de empleo, sus circunstancias empeoraron a partir del 20 de abril de 2021, con la implementación de una nueva ley de migración que impidió que renovaran sus residencias.

Así quedaron con un estatus migratorio irregular y fueron empujados a la precariedad. Sin demasiadas opciones, decidieron emprender el difícil camino a través del continente americano hacia el norte, donde los esperaba uno de los cinco hermanos de Milord.

La historia de Phaniel y Fela no fue muy diferente a la de sus cuñados: la pandemia redujo drásticamente sus ingresos en Brasil y, con una hija a quien sostener, no dudaron en emprender el camino que miles de personas de diferentes nacionalidades han recorrido en los últimos años hacia Norteamérica en búsqueda de oportunidades.

Aunque el recorrido de las dos parejas haitianas ocurrió en diferentes momentos, las condiciones no fueron muy distintas, el maltrato y el miedo fueron la constante en el camino, sobre todo en la frontera entre Colombia y Panamá, uno de los puntos más peligrosos de la ruta en el Darién. 

“Yo iba con mi esposa y mi hija pequeña, en la mitad del camino había ladrones y nos quitaron todo lo que teníamos, incluso el agua y la comida, así tuvimos que estar ocho días caminando”, cuenta Phaniel,  alojado en el “hotel filtro” que gestiona la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en Ciudad Juárez.

Uno de los momentos más difíciles lo vivieron en el sur de México, donde las condiciones de hacinamiento y la falta de oportunidades impulsa a diario a los flujos mixtos y sucesivos de personas a avanzar hacia el norte con la esperanza de mejorar sus condiciones de vida.  

Superados los obstáculos, las parejas recibieron la noticia de que ambas, sin saberlo, se encontraban en el misma ciudad mexicana. Inmediatamente buscaron la manera de verse en Ciudad Juárez. Ahora están todos alojados temporalmente en el “hotel filtro”.

Aunque su meta de llegar a Nueva York sigue incumplida, planean encontrar un lugar donde vivir en Ciudad Juárez y trabajar para ayudar a sus familiares en Haití. A mediano plazo esperan una oportunidad para cruzar de manera regular a los Estados Unidos y encontrarse con otros parientes.   

“En la familia uno ayuda a otro y uno sufre por otro, eso es para mí la familia. En el futuro yo quiero ver a mi familia bien y ayudarles a que estén cada vez mejor”, afirma Milord, migrante haitiano en Ciudad Juárez.

Cada uno de ellos evoca los recuerdos de quienes se quedaron atrás y son de su sangre. Comparten constantemente en estos días momentos de infancia y sucesos emotivos que iluminan el camino en situaciones difíciles, y les motivan a continuar por un objetivo conjunto. Seguir viviendo como familia y su bienestar son el fin último.

En medio de la añoranza de las comidas típicas y de los juegos de la infancia, esta familia haitiana lucha por adaptarse a un lugar que les está abriendo las puertas a pesar de la rudeza del contexto y de todo lo que han tenido que pasar separados unos de otros.

Texto: Camilo Cruz

Fotos: Camilo Cruz

“Las cosas que pasan en Haití son muchas y no hay seguridad, uno tiene que salir para tener una vida mejor y ayudar a su familia”
Milord, migrante haitiano en Ciudad Juárez.

Dorcily y Milord emigraron a Brasil y después a Chile. Desde allí han llegado a México.
Phaniel y Fela sostienen a su hija en brazos. Se reencontraron con sus parientes en Ciudad Juárez tras haber migrado a Brasil primero y, desde allí, a México.
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