El día empieza a las seis de la mañana bajo la luz ambarina que caracteriza a Ciudad Juárez. Las voces en medio de un gran patio dan instrucciones de cómo poner las carpas, se cuentan los cubrebocas y las mascarillas, se prepara el gel antibacterial, y repasan los nombres de las personas beneficiarias. Si miras de cerca es un trabajo en equipo muy parecido al de una gran orquesta que toca una pieza llena de esperanza. 

“Buenos días, amigo”, dice nuestro colega Leobardo al tomar la temperatura, verificar el nombre de la persona y explicar el protocolo de seguridad que mantiene a salvo a todas las personas con casos activos bajo el programa de Protocolos de Protección a Migrantes (MPP). Recibir un equipo de protección nuevo es el siguiente paso.  

La siguiente nota es del afable Alex: “Bienvenido, caballero, por favor deje su equipaje y pase a lavarse las manos para llenar un formato. ¿Tiene todos sus documentos a la mano?”  

Un tintineo proveniente de unas plumas azules que dicen OIM llama mi atención. Una, dos, tres… es nuestra compañera Luz preparada para recibir los formatos y pedir a las personas que ocupen un asiento con dos metros de distancia unas de otras. 

La jornada será larga pero no tanto como los años que han esperado para volver a reunirse con sus familias. Tener un caso activo bajo el programa MPP y ahora ocupar un espacio en este patio es motivo de sonrisas nerviosas, de selfies y videollamadas a mamá para avisar de que están en camino: “¡Estoy bien, ya me recibieron!", exclama fuerte una mujer que no ha visto a la suya en veinticinco años: “Me dejó cuando era bebé para irse a trabajar a los Estados Unidos. Cada mes mandaba dinero para que pudiera comer”, me cuenta emocionada.  

Todas las voces son una historia: un chef que sueña con ver nevar en Nueva York, algo que nunca verá en Cuba; un niño en compañía de su madre que no ve a su papá y a su hermano desde hace tres años: “Cuando venía para acá me tomé fotos en casi todos los lados por los que mi hermano había estado. Cuando llegue, le voy a mostrar que recorrí el mismo camino que él y que nunca lo olvidé”, cuenta mientras estruja la mano de su mamá. 

Un par de horas después el laboratorio móvil está listo para realizar las pruebas de COVID-19. La fila se mueve con ritmo, es el último momento de nerviosismo. Todas las pruebas han resultado negativas, estamos list@s para partir.  

Aparecen banderitas del país norteamericano, de forma ordenada las personas suben a los autobuses que los trasladarán a los puntos de internación establecidos por las autoridades. Caminamos por un puente que parecía imposible de cruzar. Caminamos a su lado para asegurarnos de que nadie se quede atrás. El silencio llega, pero la orquesta nunca deja de tocar. 

Hasta hoy, la #OIMMéxico ha completado de forma ordenada, segura y digna el acompañamiento de más de 10.000 personas con casos activos bajo el programa #MPP a Estados Unidos para que puedan continuar en ese país con su proceso de asilo. 

 

Texto y fotos: Laura Cabello