Mazatán (México) – Lidia Pérez llegó hace más de tres décadas al sur de México desde Guatemala, tiene 61 años y vive en Mazatán, donde cultiva el campo. Casada y madre de cuatro hijos, está integrada en su comunidad y agradecida con quienes le han dado trabajo todos estos años.

“Me siento feliz aquí porque hay mexicanos buenos. Todos aquí, los vecinos, son buena gente”, explica Lidia en el rancho donde vive, próximo a Tapachula, en el estado de Chiapas, donde el 55 por ciento de las personas migrantes extranjeras provenía de Guatemala (2020).

Su vida transcurre entre cultivos de cacao, caña de azúcar, siembra una milpa que le da lo necesario para vivir, ayuda en el cultivo del plátano. Es madre de cuatro hijos y tiene tres nietos. No se siente diferente a nadie por haber llegado desde Guatemala.

“Acá voy a trabajar en el campo, me habla la gente, a sembrar cacao. Vamos a sembrar plantas en la parcela.  Me voy con ellos, con la pala en la mano. Ahí vamos. Ya me gano mi día y a apurarle así, alegre”, explica.

Cuenta que la vida en el campo guatemalteco era más incierta y eso animó a Nacho, su esposo, y a ella, a venirse a México. Ya tenían dos hijos y todas las ganas de trabajar, de darles un futuro en otro país.

Buscamos en nuestra conversación con Lidia alguna dificultad al haber pasado estos años como emigrante, y nos vamos con las manos vacías. Lida contagia su alegría y comparte su agradecimiento a quienes la rodean y a quienes confiaron en ella.

“No hay chisme conmigo”, cuenta. Abundan las palabras de afecto a sus patrones, aquellos que en Ejido Obregón hace algunos años, y en Mazatán ahora, han confiado en ella y en su esposo. Son gente, los de entonces y Fernando, el patrón actual, que les recibieron bien y les dieron su lugar en la comunidad. A cambio, Lidia ha respondido con trabajo y con una relación cercana, aceptación plena de ambas partes.

“Todos los días venía el patrón con carne, una bolsa de chicharrón, y nos decía ‘¡vamos a comer!’ (…) Él nunca llegaba enojado”, recuerda.

Aunque la migración de carácter internacional en el sur de México ha sido percibida como un proceso protagonizado por hombres adultos, mientras que la movilidad femenina, de la niñez y adolescencia se documentaba, mayoritariamente, bajo los términos de la reunificación familiar, hoy las cosas están evolucionando y hay más migración femenina (OIM, 2021).

La movilidad de las mujeres migrantes, algunas como Lidia empleadas en el medio rural, es cada vez mayor, y se está visibilizando debido a múltiples factores como la falta de oportunidades, la precarización del empleo, y la migración por fenómenos naturales extremos, entre otros.

El caso de Lidia muestra una integración personal y familiar en Chiapas. Ella y su esposo siguen activos en el medio rural: “Yo siempre he ayudado a mi esposo, ¡siempre, siempre! Y todavía le ayudo. Ya estamos viejitos los dos porque él también así le da. Y lo que yo tengo, lo tiene él”, señala Lidia.

#MujeresRurales, #mujeresconderechos

Vídeominuto sobre Lidia Pérez

Procesos de participación económica, laboral y social de mujeres migrantes en Chiapas, México (Informe OIM, 2021)

 

Texto: Alberto Cabezas

Fotografías: Alejandro Cartagena

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