Tijuana, (México) - En el marco del 10 de mayo, Día de las Madres en México, se comparten testimonios de mujeres migrantes que invitan a reflexionar el papel de ser madres en contextos de movilidad humana. Mujeres que maternaron en el tránsito y a la distancia, quienes lograron llegar a la frontera norte de México para establecerse o buscar llegar a otro país, y que, a pesar de los obstáculos en el camino, siguen luchando y soñando por una vida mejor para ellas y para sus hijas e hijos. 

“Soy la cabeza de toda mi familia”: Adriana

Adriana, mamá de origen colombiano beneficiaria del programa de monederos electrónicos de la OIM, Tijuana. © OIM México / Sara Salazar

Adriana es una mamá migrante originaria de Colombia, partió por amenazas en su país: “Fue una decisión familiar el salir. En este momento, soy la cabeza de toda mi familia, confían en mí, cuenta con conmigo, están esperanzados en cambiar de vida. Mis hijos igual están ilusionados por venirse. Ellos no lo entienden que es por plata, la inocencia”, comparte. Ella se encuentra en Tijuana regularizando su situación migratoria para poder trabajar y traer a sus dos hijos de 6 y 9 años, así como a toda su familia.  

Para ella, ser mamá migrante es complejo por la distancia y el peso de cargar con la responsabilidad de toda una familia: “Es muy difícil llegar a la casa sin que nadie te espere, pero no te agüitas y sacas el teléfono, y ya sabes que están ahí, y eso le da a uno más fuerza porque sabes que cada que luches es un día que vas a poder disfrutar, uno tiene que estar mucho más fuerte que sensible porque si uno se derrumba, se derrumba todo porque tu llevas a la cabeza todo”, explica. 

Adriana, realizó el trayecto de Colombia a Tijuana por tierra, incluso llegó a cruzar por la región del Tapón del Darién, entre su país y Panamá, siendo entonces su objetivo llegar a Estados Unidos. Ya en Chiapas, sur de México, cambió de planes: “Cuando llegué a Chiapas me di cuenta de que México no es malo. Estoy libre, estoy tranquila, no ando acosada por nadie y si me voy a Estados Unidos nunca voy a tener papeles, siempre estaré como huyendo y no podré ver a mis hijos”. 

Arribó a Tijuana por la recomendación de un amigo y ahora busca establecerse en esa ciudad. “Tijuana es una ciudad de muchas oportunidades, hay muchas empresas para trabajar, lo asemejé a mi Bogotá: las fábricas, el clima, es como estar en mi tierra, como si estuviera en casa”.  

Cuando obtenga sus papeles le gustaría trabajar en ventas ya que desde los 17 años se ha desarrollado en esa área: “Me encanta el marketing, la atención en clientes, me gusta socializar, me gusta chismosear, le vendo al cliente lo que no necesita -se ríe-”.  

Ana, mamá de cuatro hijos es beneficiaria del programa de monederos electrónico de OIM, Tijuana. © OIM México / Sara Salazar

Ana es una mamá originaria de Honduras que está regularizada en México. Salió por amenazas y persecución por parte de su expareja.  

Partió de su país embarazada, acompañada de sus tres hijos y pareja.  Ana y su familia vivieron momentos difíciles en su tránsito por Guatemala y México, condiciones de seguridad y precariedad determinaron su condición de arribo a Tijuana. 

Comparte que en Tijuana dio a luz a su cuarta hija: “Me siento muy feliz porque tengo una hija mexicana”. Pasaron 22 días y nuevamente las circunstancias dieron un giro cuando se separó de su pareja. Ahora que es una mamá soltera cuenta que es muy duro porque no ha tenido trabajo y han pasado hambre: “Es complicado ver a tus hijos sufrir, me parte el alma y más ahorita”, apunta. 

A pesar de las adversidades, Ana buscó el apoyo en una iglesia cristiana donde encontró trabajo y acompañamiento: “Los hermanos de la iglesia me dan trabajo en su casa, me permiten llevar a mis hijos y ellos se hacen cargo de ellos mientras hago la limpieza, […] cuando me siento sola, me siento mal, tengo una hermana específicamente que me está dando consejos y apoyo emocional”, cuenta a la OIM. 

Ana comparte que su sueño es trabajar para que sus hijos puedan estudiar y también tener su propia casa. Anhela establecerse en esta ciudad fronteriza. 

Estrella con su hijo de cuatros años en espera de obtener un cita en la aplicación de CBP One, Tijuana. © OIM México / Sara Salazar

Un testimonio más de madres que dejaron sus comunidades de origen nos lo ofrece Estrella. Es una mamá mexicana que se dedicaba a las labores del hogar y a actividades de ganadería en Michoacán, pero tuvo que salir con su hijo de tres años. Ella se encuentra en uno de los albergues de Tijuana esperando lograr una cita en la aplicación de CBP One para poder entrar a Estados Unidos y encontrarse con su esposo, quien los ha estado apoyando desde allá. 

Reconoce que ha sido complicado adaptarse a las dinámicas de un albergue teniendo un hijo pequeño ya que el reglamento y espacio limitan el desarrollo y convivencia de las niños y niños de otros lugares. “Ha hecho amiguitos, son niños de su edad y cuando ellos juegan, las mamás tenemos que decirles no hagan esto o lo otro, es estar regañándolos en vez de dejarlos jugar por las reglas que hay acá dentro […] me duele que él tiene que mantenerse como si fuera un adulto ya, comprender cosas que él no comprende”, cuenta. 

Estrella comparte que su mayor deseo actualmente es llegar a Estados Unidos para poder volver a hacer su vida junto con su hijo y esposo. “Me gustaría volver a tener esa libertad y estabilidad que teníamos hace mucho tiempo. Estar en un lugar más tranquilo para el crecimiento y desarrollo de mi hijo, que pueda crecer con su padre y que entre los dos podamos forjarle un presente y un futuro”, cuenta. 

“México es un país libre y me siento segura”: Judeline

Judeline es mamá haitiana beneficiaria del programa de monederos electrónicos de la OIM, Tijuana. © OIM México / Sara Salazar

Un testimonio más nos lo comparte Judeline, una mamá haitiana que tiene cuatro años viviendo en la ciudad de Tijuana acompañada de sus cinco hijos adolescentes y niños. Ha trabajado en diferentes fábricas como empacadora para poder sufragar los gastos de su familia. Abandonó Haití por los problemas económicos y políticos que se viven en el país, pero al llegar a México vio una oportunidad para sacar a su familia adelante, se regularizó y con ello pudo traer a sus hijos, de quienes estuvo separada seis años. “México es un país libre y me siento segura, nadie nos molesta, ni los vecinos, me siento feliz”.  

Comparte que como mamá migrante en México ha recibido el apoyo y solidaridad de sus vecinos y congregación: “Como vivo aquí, ellos me aceptan con mis hijos, el dueño de la casa a veces cuando no tengo dinero para pagar la renta me dice “no te preocupes paga cuando puedas”, es un gran apoyo y en mi país no aceptan eso”.  

Judeline padece una enfermedad en la tiroides y eso la ha limitado en seguir trabajando, busca un empleo que le permita laborar en casa.   

Nada la detiene, como a ella a las madres migrantes, desplazadas y en otros procesos de movilidad que celebramos este 10 de mayo de 2023. 

 

Texto y fotografías: Sara Salazar.

SDG 10 - REDUCCIÓN DE LAS DESIGUALDADES